viernes, 20 de septiembre de 2013

VIAJE A TOKIO, EL ESPACIO VACIO

A finales de los años 60 mi abuela Carmen viajó a Holanda para ayudar a mis tíos que trabajaban allí. De sus dos viajes trajo algunas cosas que heredó con el tiempo mi madre y más tarde  heredé yo. Entre ellas está esta delicada figura de una anciana y una niña japonesa que actualmente preside mi biblioteca. Siempre me he preguntado que representaba  e incluso me preguntaba si estaba accidentalmente  inconclusa o faltaba algo. ¿Le estaba acicalando el pelo? Pero en sus manos no parecía que faltara ningún peine o cinta. ¿Sujetaba un parasol o palio? Pero sus manos cerradas no presentaban ningún orificio o gancho para este añadido supuestamente perdido.

Figura japonesa y a la derecha imagen de la película "Cuentos de Tokio" de 1953.

Un día, mirando listas de las mejores películas de la historia del cine, llamó mi atención el título  “Cuentos de Tokio” (Tokio Story) de 1953, y comprendí  la imagen de mi figura japonesa. La encantadora nuera de los ancianos protagonistas, le hacía a su suegra un masaje en la espalda. Ni que decir tiene que me fascinó la película de este soberbio director, perfeccionista: Yasujiro Ozu (1903-1963). Pero si algo me llegó al alma, fue su tumba, situada en el templo de Enga Kuji en la ciudad de Kamakura. En ella no hay ninguna inscripción de su nombre, ni fecha, ni datos afines a él. Solo un carácter de la escritura japonesa llamado “mu”. “Mu” expresa el vacío, la nada, la ausencia, pero “la nada” como un componente integral que armoniza la naturaleza. En la estética Zen, “mu” se utiliza para designar el espacio vacío que queda entre las flores de los arreglos. En el budismo Zen, en la meditación, una mente en blanco o vacía, es esencial para alcanzar la claridad y hacer que la ideas fluyan. En la arquitectura tradicional japonesa  y en el Bauhaus también,  el espacio como el valor más importante y la delimitación de la líneas como la frontera con las realidades.

Tumba de Yasujiro Ozu