miércoles, 21 de mayo de 2014

MIS OBRAS EN EL MUSEO DEL PRADO


Mi carpeta original de comic en la década de los 80

Hace tiempo que busco entre mis papeles, dos billetes de tren y algún que otro folletillo, como único recuerdo físico de mi primer viaje a Madrid. Pero, son tantas cosas las que guardo, que se me hace imposible como en esta ocasión, encontrarlo. Así que tendré que comenzar a narrarlo sin poder, por ahora, datar con más exactitud aquella fecha de principios de los 80. Nunca antes había visitado tantos sitios de Madrid a golpe de taxis y de excursiones en autobús que ofrecía el hostal  donde nos hospedábamos mi madre y yo. Por aquel entonces, además de pintar cuadros y dibujar,  me aficioné como cualquier niño al comic, a diferencia de que además de leerlos, yo también los dibujaba. Tenía una carpeta gruesa de iconoclasta estilos, de completas e inacabadas historias, narradas en viñetas que hablaban en globos y bocadillos y coloreadas con rotuladores, acuarelas y lápices de colores. Cuando mi madre me dió la sorpresa de que íbamos a pasar una semana en Madrid, no pude dejar de pensar en la oportunidad de presentar mis comics en alguna que otra  editorial de la capital. Consulté en una pesada y amarilla guía de teléfonos de Madrid, de un locutorio público de mi ciudad de Vélez-Málaga. La única editorial que por entonces conocía era Bruguera y anotando su dirección, pregunté a mi madre si podíamos pasar por allí para presentar mis trabajos, a lo cual evidentemente, me dijo que sí. Y de este modo, me vi viajando en tren a Madrid cargado de mi equipaje, además de una comercial bolsa del Corte Ingles donde portaba mi personal carpeta de comics.

Imágenes de la película "El Gran Vázquez" de 2010. La editorial Bruguera en los 60

Hace poco que he visto una película española llamada “El Gran Vázquez” del 2010, donde cuenta la vida del dibujante de historietas Manuel Vázquez, más conocido por el autor de Anacleto el agente secreto o la familia Cebolleta. Pero paralelamente, nos mostraba el metraje los entresijos de la Editorial Bruguera, en una ambientada Barcelona de los años 60. Si aquel niño que ilusionado viajaba a Madrid con su carpeta en sus brazos, hubiera podido ver esta película actual, posiblemente no hubiera cargado con sus dibujos en el tren. No solo porque la editorial Bruguera se encontraba en Barcelona, sino porque todo ese universo que emanaba sus historietas del botones Sacarino, de Mortadelo y Filemón, Rompetechos y demás coloridos personajes,  se realizaban desde un pequeño estudio gris, por unos pocos y mal pagados historietistas de mediana edad.

De izquierda a derecha de arriba a bajo: Palacio Real, la Casita del Principe, El Museo de cera, El Escorial, El Templo de Debod y El Retiro

Ya en Madrid, disfruté viéndolo todo durante los días que estuvimos allí, desde el Palacio Real a la Casita del Príncipe, desde el Museo de Cera al Templo de Debod, desde el Escorial al Retiro. Varios días los pasamos en la casa de una amiga de mi madre muy posiblemente el fin de semana, con lo que salí con su hijo mayor que me enseñó zonas más castizas y donde tomamos algún que otro refresco. Incluso me acuerdo de la película que vi con él en el cine: “Aterriza como puedas”. Pero del día que mejor me acuerdo, fue cuando decidimos ir una mañana a la editorial Bruguera con mis dibujos. Después de un gran paseo por la ciudad, el taxista llegó a un edificio grande donde sus bajos se asemejaban a una gran nave donde por fin entramos. Era todo un gran almacén de distribución. Me acuerdo que los operarios que movían y descargaban grandes embalajes de revistas y libros nos miraban con curiosidad. Algunos sobrentendían el equívoco al verme con una carpeta. Un señor nos explicó que la Editorial Bruguera estaba en Barcelona y que en Madrid solo estaba un edificio de distribución.
Tampoco fue muy desilusionante, estaba abriendo los ojos en una semana preciosa en la  capital de España y aquella misma mañana nos fuimos a visitar el Museo de El Prado. Fue la primera vez que entré en esta maravillosa pinacoteca. Me acuerdo de pasar una considerable cola con mi madre, pero ya en la recepción de seguridad, antes de que pudiéramos entrar del todo, un conserje se nos acercó a nosotros y dirigiéndose a mí me dijo: “Deja que te guarde esa carpeta, estarás más cómodo en la visita” Mirando la conformidad de mi madre, accedí a hacerlo y vi cómo me guardaba mis dibujos en una dependencias privadas que tenía este señor de uniforme en el museo. Ni que decir tiene que cualquier visita, sea de larga o de corta duración a este Museo, no llegará nunca a recorrer todas sus estancias, salas y pasillos con el respeto que hay que predisponer para su mejor contemplación, pero fue mi primer contacto con obras y artistas clásicos que hasta entonces solo había visto reproducidas en libros. Al finalizar nuestra visita, volvimos a recepción donde muy amablemente el conserje me devolvió mi carpeta.

Fue un precioso viaje que tuve en mi niñez y solo con el tiempo me di cuenta que durante unas horas, mis humildes dibujos de comic habían estado en unas dependencias del Museo del Prado de Madrid.