miércoles, 19 de septiembre de 2007

EL JARDINERO

Desayuno en la hierba, Monet.

Solo al final de nuestras vidas sabemos lo que somos. Un instinto primario tal como el toro que reconoce su muerte en la plaza, busca el redil de una inexistente esquina o unas tablas a la sombra para morir. También el cine tecnicolor de Johnny Weissmüller en los matinales de los domingos te mostraban idílicamente que los elefantes africanos también tienen un santuario sagrado donde iban a morir, nada más lejos de la realidad a pesar y a desgracia de los especuladores de marfil. Lo que no sabía ningún actor de esta época, era que el chimpancé Chita le sobreviviría, viviendo aburguesadamente en un bungalow de Palm Springs (California) con televisión por cable. Dudo que a este longevo mono le quede alguna conexión con la madre naturaleza. Porque solo cuando mas nos acercamos a nuestra muerte, sabemos la vinculación de nuestro orgánico cuerpo con nuestra engendradora Tierra. Si planeas tu testamento dispondrás que te entierren, que te agrupe con los restos de tu familiar o ser querido que te incineren y que viertan tus cenizas al mar o a la montaña o si vives en una isla con un volcán o pides ser ofrenda para la diosa de fuego y arrojarte como sacrificio a su candente cráter, como Tom Hanks y Meg Ryan en “Joe contra el volcán” una menospreciada película que aborda una interesante reflexión sobre la vida y la muerte.. Pero de todas estas formas, excepto la de los nichos de los pueblos mediterráneos, todas están vinculadas a volver con tu madre Tierra. Si bien es verdad que no hace mucho se propuso un negocio por parte de las agencias espaciales para arrojar tu cuerpo al Sol. Parece descabellado, pero esta si que es nuestra Gran Abuela, me refiero al sol, porque si nuestros mas elementales partículas, desde el carbono hasta el calcio de nuestros huesos son elementos de nuestro planeta, este a su vez se fraguó en el gran crisol de nuestra estrella mas cercana. Seria como devolver a la fragua los elementos que hace millones de año expulso y se enfrió en sus elípticas orbitas. Pero no nos desviemos en la inmensidad de nuestro universo para comprobar esos sutiles vínculos que nos une con la arcillosa tierra. Cuando el ultimo emperador de China, Puyi, depuso su rango divino frente a la revolución comunista, no opto por ningún otro trabajo ni burocrática labor que la de ser jardinero. Si jardinero, como los personajes de John Carpenter en “Naves misteriosa”, porque no hay viaje interestelar que no dependamos, al igual que las inertes plantas, de tener ancladas nuestras mas profundas raíces en nuestra corteza planetaria. Podemos parecer independientes a el, pero inevitablemente al igual que el reino vegetal dependemos de este. En una entrevista a José Saramago, contaba como vivió de pequeño el ingreso de su padre en el hospital. Este sabiendo que iba a morir allí, se fue despidiendo uno por uno de cada árbol que había plantado en su huerto, abrazándolo y diciéndole adiós con lágrimas en sus ojos. Cuenta Saramago que nunca olvidó aquella escena. Jim Morrison, líder del grupo The Doors, viviendo tan solo 28 años, en una de sus declaraciones dijo: No niego que me lo haya pasado bien en estos últimos tres o cuatro años. He conocido a mucha gente interesante, y he visto cosas en un espacio de tiempo muy corto, de las que probablemente no habría sabido nada en veinte años de vida normal. Pero... si tuviera que volver a empezar, creo que escogería el "viaje" tranquilo, demostrativo, del artista que trabaja duro en su propio jardín”. El remio nobel de la paz 2008, Faecundo Cabral cuenta la siguente enecdota: "Pregunté a un viejo Tarahumara porqué no usaban armas para defenderse de los cuatreros, y me dijo: Si las armas fuesen necesarias, habríamos nacido con ellas.
Me dijo un campesino chino: Si quieres ser felíz un día emborrachate, si quieres ser felíz una semana cásate, si quieres ser felíz toda la vida se jardinero".

Javier Navarta