sábado, 19 de junio de 2010

DETRÁS DE LA LÍNEA DEL ARTE


No hay más satisfacción espiritual para los que nos dedicamos a estos menesteres artísticos que vivir plenamente la Facultad de Bellas Artes.
Dentro de ella y recalco solo dentro de este espacio, se dan unas condiciones excepcionales donde ejercer libremente el Arte. Es el espacio donde das riendas sueltas a tus instintos creativos y vives en sintonía con los derroches creativos de tus compañeros y profesores. Te mimetizas, te solidarizas, te incita a superarte y te enriqueces con el despliegue diario de creatividad, originalidad e incluso de los errores y de las malas obras aprendes a no caer en esos desafortunados despropósitos casuales que tiene todo artista.
Fuera de la Facultad, la sociedad establecida mira con recelo y reproche cualquier amago de creatividad o valentía artística que manifieste públicamente un artista. Evidentemente, cualquier atentado a la libertad de terceros, sea ensuciar gratuitamente una fachada privada o desorden público entre otros despropósitos, no la considero valentía ni manifestación artística, pero inevitablemente en cada colectivo por muy pequeño que sea el porcentaje de falsos artistas que tengan, estos hacen pagar una fama a la mayoría de los propósitos nobles. No por ir con los pelos pintados y con un look de artista, se es más artista. Y siempre estos, siendo un porcentaje ínfimo, el público exterior hacen de esta imagen, la etiqueta de la mayoría. Así los estudiantes de Bellas Artes frente a otras facultades, han tenido, por muy responsables que sean, la mala reputación de no poder alquilar pisos ante los prejuicios de imagen que han adquirido en los arrendadores.
Fuera del recinto facultativo, ya sea llevar grandes lienzos en un autobús, como transportar por las calles una escultura en un carrito de un supermercado, ha sido motivo de miradas de reproches por el ciudadano de a pie.
Pero volviendo al espacio intrínsico de la Facultad, la peculiar dimensión que se crea en su interior, hace al verdadero artista sentirse en su reino y al falso artista creer en un engañoso libertinaje donde todo vale, desde estar tirado en el suelo haciendo botellón como ensuciar las paredes con pinturas justificándolo como arte.
Pero no todos son así, ya he dicho que puede suponer estos ejemplos un 5% de la inmensa mayoría. Mis buenos compañeros han sido los que han desarrollado su creatividad creando buenas obras, algunos todavía anquilosados los primeros meses con un lastre de los trabajitos de institutos. Pero pronto se mimetizaron con los trabajos de los demás y se abrieron a profesionales conceptos y formas. También el despliegue de medios hicieron de los que nunca tocaron la fotografía y a su disposición se le facilitaba un laboratorio completo, un estudio con medios de iluminación, prestamos de cámaras, y las demás instalaciones de cada asignatura, gestaron con ello a ser hoy grandes fotógrafos, a amar el cine, a trabajar desde entonces el amplio mundo del grabado, a iniciarse en la fundición o a tener un concepto más crítico y teórico sobre el arte. Mis compañeros encontraron el marco ideal para desinhibirse en expresar una performance o denudarse sin más como modelos. Mis amigos artistas de verdad, son los que iban a clase con un kilt, una falda escocesa o asistían a clase con un flotador de playa puesto. Ellos disfrutaban de la pura expresión artística, la compartíamos y nos era todos los días normal y habitual ver estas manifestaciones en nuestros compañeros. Fuera de la Facultad, una invisible línea dividía nuestro peculiar universo de la otra realidad donde no existía ese mundo.
Javier Navarta