No es el izado de la bandera norteamericana en una remota isla japonesa, ni es el rodaje de una pelicula de Clint Eastwood en Iwo Jima. Esta semana pasada se ha derribado por parte de los radicales catalanes el último toro de Osborne que quedaba en Cataluña. Ni un atisbo del becerro de oro debe de quedar en pie de los ritos egipcios, tuvieron que pensar como el pueblo elegido de Moisés el radical grupo de los denominados “Hermandad catalana la banderas negras”. Y a hurtadillas y en la clandestinidad de la noche derribaron la silueteada valla taurina. “Ni la bandera roja y gualda, ni la camiseta del merengue, ni los leones de la Cibeles, pueden amancillar la soberanía de nuestro clan” piensa estos nacionalstas radicales, pues “ya tenemos suficiente conflictos internos como decidir la autoría de nuestro ruc (burro)”.
Si quemar una bandera, no mas que un símbolo, lo hemos convertido constitucionalmente en un delito, derribar una valla publicitaria no lo constituye y menos por un denominado “banderas negras” sirva la paradoja. Eso si, si esta rompe el paisaje o distrae a los conductores, o su reproducción que la empapela, es sexista y hace de la mujer un objeto de deseo gratuito, será desmontado, desinstalada y retirada. Es mas, hace 10 años que esta valla de Osborne, dejó de ser valla publicitaria por una sentencia del Tribunal Supremo, para convertirse en patrimonio “de interés estético o cultural” de nuestro paisaje.

El toro este noble animal, que ha sido parte de la cultura mediterránea, también sirvió para ser icono identificativo del rey Minos o del dios Baal de lo cananeos. Más a Oriente, sigue siendo hoy la vaca sagrada símbolo de deidad y fertilidad tal como Apís en el antiguo Egipto. Hace poco, a finales de Julio de este mismo año 2007, la comunidad de monjes hindúes de Inglaterra se produjo un conflicto entre la ley de sanidad, ante un caso de tuberculosis en un toro llamado “Shambo” y el carácter sagrado que se le infiere a este bóvido su religión, para que no fuera sacrificado. Esta claro que seguimos adorando unos al becerro de oro, otros a una bandera negra, e incluso a la pegatina de nuestro coche. Pero, si no hubiera sido el toro de una famosa bebida de Osborne, hubiera sido un conflicto entre la ya olvidada valla del Tío Pepe contra la pegatina del cava catalán. Javier Navarta

