martes, 2 de marzo de 2010

LA TAQUILLERA


"La Taquillera" técnica mixta sobre lienzo, 162 X 55 cm. Año 2004. Colección privada en Alcalá de Henares.
Este artículo está dedicado a Irene


No hay nada más mágico que ir a ver el cine. Sobre todo cuando te ilusiona una película que solo sabes algunos datos de oídas, algún que otro fugaz trailer o simplemente sabes que esa historia te va ha emocionar. Con los años adquieres esa percepción de intuir cuales van ha ser esas historias. Sopesas la vitrina iluminada donde se expone su cartel y como buen catador del fruto del melón, palpas en el si va ha salir bueno o no. Pero lo emocionante de verdad es el ritual de asistir al cine. Como los “Halcones de la noche” de Edward Hopper te pones las "canallas galas" para el asfalto mojado y rindes pleitesías a esa diosa iluminada que protegida por la vitrina te vende una numerada entrada. Pero lo mejor viene luego, cuando entras en el ágora oscuro perfumado de tostado maíz y durante su preámbula espera vuelcas en tu anhelo todo un sin fin de sugerentes expectativas de lo que pronto empezaras a ver.
Entonces se apaga del todo la luz y la pantalla se ilumina con esas imágenes hipnóticamente poderosas que te sumergirán en otra realidad durante toda la sesión. A la deriva, solo tienes en la oscuridad el faro guia de un solitario operario que al igual que un farero, guiará la historia al final a un buen puerto.

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